Anoche, mientras intentaba luchar contra el dolor de cabeza y dormirme, no sé bien por qué, me acordé del kioskero de mi barrio. El que yo frecuentaba de chica.
El kiosco se llamaba "Los Rosarinos" pero para todos - grandes y chicos - era "el kiosco de Don Agustín", quien naturalmente era oriundo de Rosario, pero para una nena de 7 años, la palabra "rosarino" no implicaba ningún gentilicio. Era el nombre del negocio nomás.
Don Agustín era un señor grandote, gordo, de manos rellenas. Buenazo aunque a veces de pocas pulgas. No recuerdo su apellido, si es que alguna vez lo supe. Su local era chiquito pero ahí encontrabas lo-que-buscaras: golosinas, figuritas, galletitas, cigarrillos, juguetes, artículos de librería, regalos, algo de almacén y farmacia (cuando no estaba prohibido vender medicamentos fuera de las farmacias, claro) y revistas. TODAS. Era EL lugar para conseguirlas. Las traía a pedido. Y la mayoría de las veces, si la tenías encargada, te la traía a tu casa en su motito.
Lo que más recuerdo de él es que, en vez de usar bolsitas de nylon, él armaba unas con el papel que envuelve los paquetes de 10 atados de cigarrillos. Los cortaba al medio y con cada extremo, fabricaba una bolsita, para darte los caramelos, por ejemplo. Ya en los 80 "Donagustín" tenía conciencia ecológica y reutilizaba.
Me pasé muchas siestas de verano haciendo guardia en la puerta esperando a que abriera para comprar las figuritas de Frutillitas o alguna otra que no recuerdo. Por día, iba como 10 veces al kiosco. Tanto así que mi mamá decía que yo había dejado un surquito marcado en las dos cuadras que me separaban del negocio.
A Don Agustín le compré, primero, la Anteojito. Después la Billiken cuando me aggiorné un poco. Y por último la AZdiez.Y lo volvía loco con mi ansiedad porque la revista no llegaba el día indicado (o seguramente porque yo de la ansiedad iba como 3 días antes a preguntar si ya había llegado). Mi mamá durante años le compró la revista Humor hasta que no se editó más.
El día que me avisaron que Don Agustín había muerto no me lo olvido más. Fue la primera vez que me golpeó fuerte la muerte de alguien cercano. Recuerdo que me quedé helada, con el teléfono en la mano. Sentí un vacío violento en el estómago. Y mucha, mucha tristeza. Y eso que yo ya era grandecita, tenía 15 años más o menos.
Después el kiosco quedó a cargo de su esposa, que no era tan simpática como Don Agustín pero se las arregló para sobrellevar su propia pena y atender a los clientes. Tiempo después el kiosco cerró. Estuvo varios años con las persianas de metal bajadas.
Luego allí hubo otros kioscos efímeros. También hubo una veterinaria y finalmente ahora hay una casa de lanas.
Y yo, aún después de tantos años, paso por allí (aunque ahora no me quede de pasada camino a la escuela) y me acuerdo del alero con la inscripción "Los Rosarinos" en blanco, con fondo verde y la publicidad de Sprite al costado.
Jamás ningún otro pudo reemplazar lo que significaba ese kiosco para esta parte del Punta Alta.
PD: felices 112 años para mi ciudad!
Que historia tan bonita y tan triste.
ResponderBorrarSaludos.
En mi barrio, a una cuadra de casa, teníamos el kiosco de Doña Carmela. Era tal cual el que vos decribís, y además tenía teléfono (de Entel!) y yo iba a llamar a mi abuela desde ahí. Cuando cerró el kiosco, Doña Carmela me regaló unos cuadernos, parte de su mercadería, porque sabía que me gustaban mucho las "cosas de librería". Todavía vive la señora, casi 100 pirulos, y en los días de solcito se la ve paseando un poco por ahí =)
ResponderBorrarMuy hermoso escrito, Vicz.
ResponderBorrarSe intuye que Don Agustín disfrutaba con su trabajo y con toda seguridad se hubiera emocionado al saber que alguien le valoraba tanto.
También yo tengo recuerdos de un kiosko tan abarrotado de cosas que sólo tenía espacio para dos o tres personas. Estaba cercano a la casa de mis abuelos a donde íbamos a comprar algunas golosinas o tebeos (comics) con las monedas que nos daba nuestro abuelo a todos los primos.
Casualmente Don Manolo también era grueso y nosotros bromeábamos diciendo que todas las chuches (golosinas) las fabricaba en su ombligo. XD
Un saludo (no olvido epístola, que conste ;)
Me hiciste acordar a cuando me enteré de que había muerto Don Silvio, el kiosquero de mi colegio. Yo ya había terminado el secundario y hacía mucho que no sabía nada de él, pero me puse muy triste. Nunca me voy a olvidar que cuando mi papá se demoraba en ir a buscarme y el colegio cerraba, él siempre se quedaba para acompañarme.
ResponderBorrarqué hermoso Vicz! Don Agustín aún vive en recuerdos como el tuyo. Me hizo acordar a mi propio quiosquero del jardín, que cuando vovlí mucho más grandecita, medio cieguecito él, me reconoció y me dijo "Co´ te va?!", no me lo olvido más. Me encantó tu recuerdo. Un beso.
ResponderBorrarMuy Bonito Sra. Vix, muy bonito.
ResponderBorrarAto cabos con su escrito y lo comentado y llego a la conclusiòn de que sin duda el quiosquero es una de las primeras muertes que duelen a un chico (a uno que tuvo la suerte, como yo de conservar a sus abuelos hasta adolescente), resulta que yo tambièn recuerdo el dìa de la muerte del mìo y sin embargo no lo hago con otras personas del barrio.
Tal vez el quiosquero sea una figura importantìsima, y cuesta verlo porque empezamos a definir "importancia" ya de grandes, creo, con los maestros.
Que romàntico me parece el hombre que asistìa mis recompensas, siempre viejo, siempre gruñòn y siempre generoso hasta el punto de morir antes que mis abuelos para que la primera muerte cercana no doliera tanto.
Vaya mi Homenaje a la memoria de Frisco.
Que gran tema encontrò Vix!, es una de esas historias infantes, viscerales y de barrio que tanto le gustan a su amigo Alejandro.
Apuesto a que si se le hubiera ocurrido a èl, la idea estarìa impresa y ambientada en Flores.
A propòsito.
ResponderBorrarCreo que es la primera vez en mi vida que veo escrita la palabra "surquito" es una palabra que al oìrla no llama la atenciòn pero jamàs se ve escrita.
Algo similar me pasò una vez con un cartel en un baño pùblico y la palabra "mingitorio".
son palabras de una madre, harta de que su unica hija le pidiera plata para ir al kiosco.
ResponderBorrargracias a todos por sus palabras!
Que buen post! Me emocionaste.
ResponderBorrarEl "surquito" lo dejó Don Agustín en nuestro recuerdo.
hola vicz! mil gracias por tus comentarios! si me llegaron 7 mails, pero yo feliz! por ahora, me gusta blogger, no incursioné mucho en otra plataformas.
ResponderBorrarLinda historia (ah si, te leo hace rato, pero calladita, ja) en mi Villa del Parque natal, estaba el kiosko de Rubén, a donde iba a comprar cremacoas sueltas!
(che, que difícil está la verificación de palabra! ya voy por la cuarta!)
gracias Lou!
ResponderBorrares muy gratificante ver que todos tuvimos nuestro don agustin en nuestra infancia...
con respecto a la verificacion, sé que es un garron pero es el unico recurso que me queda para combatir el spam sin recurrir a la moderacion que no me simpatiza.
tenganme paciencia en eso nomas!
por lo demas, me pueden putear via mail y en arameo, si, no hay drama.
¡Cuantos recuerdos despertás negru!! ¡maravilloso!!! Sos una genia
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