sábado, 5 de julio de 2008

No voy en tren

voy en remís.

Hace unos días tuve la feliz idea de tomar un remís para ir a cierto lugar que quedaba a unas 8 cuadras (mi excesiva comodidad la discutimos luego). Aquí los remises equivalen a los taxis, por su popularidad; no estoy hablando de remises super deluxe con choferes de traje y autos importados. Nnnno, precisamente. Los de acá son... un tanto más "dentrecasa, vio?". La fauna remisera puntaltense es de lo más vistosa. De hecho hasta existe un dicho, "5 minutos de remisero" que, como todo puntaltense usuario de remis sabe, equivalen a 15 minutos, en el mejor de los casos.
La cuestión es que si iba caminando llegaría tarde por lo tanto recurrí a un remis (no soporto los que le dicen "remo"). Al abrir la puerta del Fiat 1 (sí, la mayoría son autos de ese tamaño) el chofer se apuró a rociar desodorante de ambiente, así de abajito, medio a escondidas. Yo tosí abiertamente, para que notara su desacertado timing. Le indiqué la dirección (“Paso al 900”) y salimos. Afortunadamente no era de los remiseros que escuchan cumbia a todo culo y van con el brazo afuera de la ventanilla para sostener el pucho. Tampoco era de los que se preocupan por el clima de los últimos días ni de los que te averiguan a dónde vas, para qué y hasta qué hora.
No. Calladito el ñato.

Unas cuadras más adelante noté que estábamos medio alejados del camino que suelen tomar los muchachos remiseros...estábamos como al 1300, cuando no es necesario irse tan a la loma del p… ya estaba por hacerselo notar, pero me contuve. Pegó unas vueltas, tomó la calle indicada y llegamos a destino.

- ¿Cuánto es? (la tarifa mínima es $2.50/$3, y es lo que cuesta ese viaje)
- eh...tres con cincuenta.
- ¿eh? ¡pero si siempre me cobran dos con cincuenta!, le espeté, enojada, impaciente (que me cobrara tres mangos ya era para quejarme). “Pasa que hiciste cuatro cuadras de más”, lo reprendí, yo que no sé manejar y no tengo la más mínima idea de “las manos” y “las alturas”.
- es que estaba cortado, tuve que buscar la mano…bueno déme tres entonces.

Emocionada con semejante gesto de bondad de su parte, le extendí un papel de diez pesos.
-mmm, no tiene más chico? no tengo cambio.
(más chico? ah, no sé, no-es-mi-pro-ble-ma. ¡Ni que te hubiese dado un cien!)
- “y no, tengo diez o dos”, dije tajante, sin agregar nada más, dándole a entender que yo no pensaba poner ni medio gramo de voluntad para dar por terminado el suceso.
- y bueno (algo enojado)… deme los dos, porque no tengo cambio.

Le pagué con los dos pesos.
Generalmente en situaciones como esas me voy pensando: “uh, pobre tipo, laburante…y yo le vengo a garcar su ganancia…
Esta vez no. Lo encontraba absolutamente válido. Me estaba bajando del autito, muy satisfecha yo, habiendo impartido justicia de pasajera, cuando el tipito me dice:
- para volver pida el móvil 18.
- (tratando de entender para dónde iría su sugerencia) “mmm, no tengo intenciones de volver en remis”.
- bueno, si no otro día… así consigo el cambio.

Claaaro. Eso estaba pensando yo. En llamarte nuevamente, para que te pases diez cuadras, no cuatro, así te puedo pagar con los diez mangos y no te ves obligado a ¡¡¡¡TENER CAMBIO!!!!

Siempre es mil veces mejor ir caminando. A cualquier lado.

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