sábado, 16 de agosto de 2008

No soy perfecta - capitulo 1

Según me contaron (y comprobé mirando fotos) nací con la cadera luxada, lo cual me obligó, durante algún tiempo, a llevar una férula que me mantenía la piernas abiertas cuando yo tenía unos pocos meses de vida. Aparentemente con eso me salvaría de la cirujía y así fue. Pero cuando aprendí a caminar descubrieron que debían corregir el arco de mis pies, para lo cual recuerdo haber usado unos espantosos zapatos ortopédicos (PreventArc y la rep...) duros, de cuero y
suela, sí, con modelitos para niña, tipo guillermina y toda la bola, pero zapatos ortopédicos al fin. 4, 5, 6 años...como a los 7 logré librarme de ellos para empezar a usar "zapatos comunes".

A esto debo sumarle un problema vitalicio (al menos en mi desesperanzada niñez lo creía así) con el cabello. Que de entrada tenía bucles, rulos y todo eso indomable pero luego a fuerza de cepillos, peines, trenzas, tocas caseras y puteadas en varios idiomas frente al espejo, los pobres pelos se rindieron y dijeron: ¿vos lo querés lacio? ¡tomá, nena! ¡ahí lo tenés lacio! pero obvio, no era un lacio simpático. Era una falta de actitud capilar...era lo que quedaba después de alisar los rulos. Una pelucota frizada, inmanejable y frondosa. Ya no recuerdo cómo la combatí. Mucho pelo atado, creo. Luego ese problema encontró solución por sí solo y dejé de agarrarme broncas. Después vino la fase pelo corto (que toda mujer atraviesa), paralelamente a la señora Sedal se le ocurrió inventar las cremas para peinar y yo respiré aliviada, pero ya habían pasado 20 años de lucha que, si yo creyera en algún Dios, me habrían permitido ganarme dos cielos, no uno.

A los 6 los dientes empezaron a caerse y... a crecer como se les cantaba. Torcidos. Fuera de lugar. Un despelote, en resumen. Y esto me llevó en un viaje sin escalas al dentista a muy temprana edad.

Diagnóstico: desastre dental.
Tratamiento. Extracción de piezas y ortodoncia
fija.

¡Y larecontramilquelatiró de la facultad a la mina!

Para una persona de 12 años, que recién empieza a
hacerse un espacio en el mundo, es una indescriptible tortura andar por la vida con ese alambrado dental, causante de varios dolores (físico, de bolsillo) y que, luego de AÑOS de sufrimiento, de cientos de pesos gastados, una llegue a los 16, 17 años y le empiecen a salir las muelas de juicio que, no sólo no aportan ni una pizca de juicio a nuestra adolescencia, sino que encima nos despilfarran todo el (supuesto) orden que la ortodoncia había conseguido, a base de ajustes, aprietes, gomitas, alambrecitos, brackets y otras monstruosidades, dignas de la Inquisición.

Pero bueno ¿en qué estaba? ah, si, una tipo a los 15 se deshace de la maldita ortodoncia pero, como la vida no es color de rosa, una debe empezar a usar anteojos. Porque no ve un fitito a un metro. Y es así que una se pone a elegir marcos metalizados para los lentes que disimulen nuestra chicatez pero que nos permitan, al mismo tiempo, ver al fitito, leer del pizarrón y saludar sabiendo a quién saludamos desde la vereda de enfrente. Y la miopía no es una tipa gamba. No, no... la miopía es una turra que va aumentando gradualmente, por lo que nos vemos obligadas a visitar al oftalmólogo periódicamente para que vaya gra-dual-men-te agregándonos aumento, porque ahora no vemos el fitito ni el Palio, y pronto no veremos un Scania. Todo mal, pero con dignidad. Que los marcos de lentes están siempre al último grito de la moda y "dan un aire interesante, culto". Para cuando ya nos acostumbramos a usar anteojos, al punto que nos metemos a la ducha con ellos puestos sin darnos cuenta, porque ya son parte natural de nuestra anatomía...hacemos una visita a un médico que nos descubre...¡¡HIPOTIROIDISMO!! ¿lo qué? eso, nena...que la tiroides te anda como el traste y que para solucionarlo te tenés que clavar una pastillita todos los días (ahora sí, de por vida) pero es así chiquitita, la nada misma. Y desde luego, habrá controles semestrales, análisis de sangre y la mar en coche importado. A todo lo cual, una, naturalmente, llega a acostumbrarse, ya que también se hace amiga (a la fuerza) del maldito espéculo ginecológico.

Esto no termina aquí...

3 comentarios:

  1. Victoria, hola!
    Hay peores cosas que una cadera luxada o tiroides remolonas... son pequeños desajustes que se arreglan con un poco de tecnología.
    Pero todavia no se ha inventado el tónico contra la imbecilidad, ni el arnes que repare la inmadurez emocional, ni braquets que enderecen la crueldad. Ni nada de eso.
    Fijate bien, seguramente sos una afortunada.
    Y confesa: los dientes te han quedado preciosos, no?
    Besos

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  2. no, no te digo que me salieron las muelas de juicio y no tenia lugar para ellas? nooo, otra vez caos, no sabés...

    Igual, acá...sobreviviendo, la uniónhacelafuerzayuncorazón...si todas estas cosas aun me acomplejaran, no habría sido capaz de publicarlas aquí...por lo tanto, no se aflija, m' hija.

    (de fondo suena "la maza" perpretada por Shakira y se me estruja todo adentro del espanto)

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  3. Vixitrixi, pasé por lo aparatos y por los zapatos ortopédicos. Al día de hoy agradezco esto (aunque no en su momento) cuando veo dientes torcidos o piernas chuecas.
    Calculo que no habrá una segunda parte nada más sino una tercera y quizás una cuarta, porque nadie es perfecto y los años no vienen solos.
    Beso.

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