sábado, 21 de febrero de 2009

Laburo, ocio y falta de ellos

Encontré de casualidad en la revista Nueva (26/10/08) una nota titulada "Vivimos bajo la dictadura del reloj digital", que más que título es una cita de lo dicho por el entrevistado, el psicólogo español José Luis Trechera. Ahí resume lo que su libro "La sabiduría de la tortuga" propone.

La entrevista completa pueden leerla acá y aquí pueden leer otro artículo similar que encontré en la web.

De todas formas quise destacar algunos fragmentos que me interesaron bastante y explican exactamente ciertas sensaciones de culpa y pérdida de tiempo que experimentamos los desempleados. Y los empleados también, según se deja ver en la nota.

El trabajo ha pasado de entenderse como un castigo divino a vivirse como un castigo humano si no se tiene. En nuestra sociedad estamos estructurados por el trabajo y organizamos todo el tiempo personal y social en función de la actividad laboral. Se ha convertido en un generador de identidad que aporta la solvencia y credibilidad que el individuo moderno requiere. [...] En consecuencia, estar desempleado pasa a ser signo de inutilidad al no ser tenido en cuenta por el sistema. En la misma línea, se puede situar el trabajo doméstico, que, al no traducirse en cifras monetarias, no se valora. Actualmente, todo el tiempo humano aparece subordinado a la lógica de la racionalidad económica. ¡Hasta el ocio tiene que ser útil! El tiempo se convierte en un medio para obtener “algo externo” –que además debe aportar una cierta utilidad o beneficio– y no para ocuparlo o “perderlo” en la propia persona. De ahí que necesariamente haya que hacer distintas actividades para poder sacarle todo el partido posible al tiempo.

Tradicionalmente, la valoración positiva de la actividad humana recaía en el ocio, de ahí que el trabajo se plantease como una tarea penosa. Durante siglos uno de los ideales humanos ha sido conseguir la “civilización del ocio”. [...] ¿Cómo puede pasar el ocio de ser un mal social a recuperar una dimensión positiva? A través de dos procedimientos: cuando se plantea como descanso y reposición necesaria para seguir posteriormente realizando el trabajo, o cuando se carga de cierta utilidad, y así se comienza a identificar el ocio con el negocio. Es decir, el ocio se asocia al consumo y se integra en los mecanismos del mercado, con lo cual empezará a regularse por pautas mercantiles.

Así que muchachos...a relajarse, que todo llega. Y todo sirve.
Ah! - oh, casualidad - en La Nación de hoy publicaron una nota sobre el mismo asunto.

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