Dolor de mate

Yo no tomo mate.
No porque no quiera, sino porque no puedo. O no debo. A no ser que quiera pasarme el resto del día y la noche sufriendo tormentosos dolores de panza.
Por lo tanto, evito tomar mate.
Ocurre que... el mate, acá, es cosa sagrada. Todo el mundo toma mate, parece. Y el que NO toma, es un coso extraño. Yo, por ejemplo.

- Cómo que no tomás mate?? me preguntan espantados, como si yo acabara de confesar que no respiro oxígeno.
- No, no tomo...me excuso, con una sonrisita plena de incomodidad.
- Pero por qué?
- Porque me hace mal, explico, tratando de evitar mayores detalles de los efectos del mate en mis intestinos.
- mal?? el mate???
- Sí. El mmmmate.

Y ahí ya pierdo los estribos. Porque una queda como un extraterrestre. Y si consideramos que en las radios SE TOMA MATE sin excepción, debo admitir que quedarse afuera del ritual de la ronda matera es... triste.

Es algo que me persigue por todos lados. Que alguien me visite es "paso a tomar unos mates". Y yo pienso: "esteee, mseeh...bueno, sí, vos vení y vemos". Pinta una juntada y luego... se toma mate. Y yo, con mi termito de té. Recibiendo comentarios coloridos, del tipo: "vos y tus tecitos!".

Yo y mis tecitos. Sí. No le hago mal a nadie. De hecho le hago bien... a mi sistema digestivo.
Lo peor de todo es que a mi me ENCANTA el mate, el sabor, el olor. Me agrada esa cosa inclusiva de cebar mate y pasárselo de mano en mano (poco higiénico pero fraternal). Y cada vez que tengo que informar que "no, gracias, no tomo mate" se me quiebra algo adentro. Me autoexcluyo, muy a mi pesar. Y me lo hacen notar. Una hasta queda fuera de las conversaciones: si no te llega el mate, tampoco te dirigen la mirada cuando hablan.

Así que apelo a la benevolencia de los tomadores de mate.
No es de fifí. No es asco a compartir bombilla.
No. Me hace bastante mal tomar mate. Y eso es suficiente como para encima tener que soportar cargadas, críticas y aislamiento social.

Un tecito?