Uno nunca termina de conocerse...

El martes fui a una perfumería donde venden productos de esta señora, que están muy tentadores, mucho colorcito, mucho diseñito lindo, mucho perfumito, en fin.

Elegí lo que andaba buscando y en la caja pregunté:

- cuánto es?
- 20 pesos. Pero si pagás en efectivo, tenés un 10 por ciento de descuento.
- o sea, 18, respondí yo inmediatamente.

Momentito.

En ese mismo instante no me di cuenta pero al rato me cayó la ficha: ¿yo hice esa cuentita mentalmente? ¿sola?
Yo soy nula para los números. A mí dame el abecedario completo y te entrego algo interesante. No me des números porque sonamos.
Y ahí, en la caja de la perfumería... ¡no sólo había restado mentalmente sino que además había calculado un porcentaje en una fracción de segundo! ¡sin calculadora! ¡sí, se-ñooorrrr!

Ya sé, era una cuenta de lo mas sencilla. El 10% de 20 es 2. 20 menos 2, da 18.
Pero yo no te puedo ni sumar 2 números de 2 cifras mentalmente sin errarle.

Asombrada, salí del local acomodando el producto en mi bolso.
Es de locos.
¿Qué habrá pasado? ¿me habré vuelto inteligente de golpe? ¿habrá sido el capucchino que me tomé unas horas antes? ¿o la lluvia que pude evitar por tomarme el capucchino? ¿o una puta casualidad?

Si, seguro fue eso. Una casualidad. No me voy a creer que el espíritu de John Nash me poseyó por unos minutos, no. No. Pero bien podría ponerme a practicar, a ver si descubro que después de todo no soy tan poco hábil con los números!