Hoy descubrí algo (más bien comprobé algo que sospechaba) al mejor estilo Arquímedes.
En la bañera.
Yo, pongámosle, tengo que elaborar algo, no?. Un texto, una idea compleja, ando con cosas sueltas en la cabeza, despelotadas, un cierre, un remate jocoso, una introducción. Me sumerjo en la ducha (si, yo me sumerjo) y a los pocos segundos empiezo a sinapsar mi-la-gro-sa-men-te. Veo la luz, incluso juraría que se escucha un suave "tadaaaah.." de fondo. Las palabras se van ubicando donde deben y pingui!: una idea redondita.
No sé, yo... será algún químico de la espuma del jabón, la acústica del baño ésa, tan mentada, que lo alienta a uno a cantar (y creer que afina). La cuestión es que el baño esconde poderes intrínsecos, muy útiles para todo aquel que ande con ganas de crear.
Claro que no es la forma más sencilla de encontrar la inspiración, no señor. Porque, pongamos por caso que, uno va...viajando en colectivo. Y viene rumiando una idea medio flojita, que da vueltas en la cabeza, la tiene casi casi armada, si no hace algo ya se le esfuma, sólo precisa un poco de vapor y azulejos, entonces grita: "choferrrrrrrr...pare, déjeme acá, preciso una ducha urgente".
Y sí... puede sonar mal; puede que el motivo de la urgencia de la ducha sea malinterpretado y la población entera del colectivo se amuchone rápidamente en el extremo opuesto a uno.
Pero que funciona...funciona.
Doy fe.
pregunta: después mantenés la idea? alcanzas a dejar constancia escrita o se te evapora y te queda sólo el recuerdo de haber redondeado una idea? porque a mí me pasa lo mismo pero mientras lavo los platos o mientras lavo las zapatillas, pero después, cierro la canilla y paf! no ta más!
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