lunes, 19 de octubre de 2009

Tarada!

Me lo digo a mí misma, sí.
Porque no es la primera vez que hago estas cosas...

Hoy pedí un remis para ir al trabajo.
Cuando llegamos, como ya sé cuanto es el importe - cuatro pesos - directamente le di un papel de diez pesos. No es un billete tan grande para darme vuelto.

No.

El chofer revuelve en su billetera, me frunce la boca y me dice: cambio, ¿no tenés?

("otra vezzzzz", pienso, yo, otra vez que un remisero me da a entender que 10 pesos le parecen 100, ¡conseguí vos el cambio, man!)

- no, es lo más chico, si no tengo tres pesos en monedas...
- bueno, no, dejá, yo le cobro al dueño.
- ah, bueno, yo le pago a él mañana.

Mientras me deslizaba por el asiento para salir por la puerta del otro lado, el tipo me extendió una tarjetita con su teléfono: "tomá, así sabés mi nombre".

Ajá, ok, yo le agradecí y antes de bajarme definitivamente, le dije: "bueno, chau, disculpá..."

¿"BUENO, CHAU, DISCULPÁ"?

¿Pero de qué carajo me estaba disculpando?
¿de haberle querido pagar?
¿de no tener cuatro pesos justos para pagarle en vez de darle un papel de diez mangos?

Soy tan zoqueta...
Me paso de educada.
"Ma' que disculpá ni disculpá..." me fui diciendo mientras subía la escalera de la radio...

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